viernes, 22 de enero de 2010

El giro del siglo XIV

La Iglesia gozó de muchos privilegios durante largo tiempo, pero en 1300 en Italia, la situación se empezó a tornar distinta ya que ahora quienes tenían el poder y el control de las cosas no eran otros más que los negociantes y banqueros, aquellos quienes tenían control sobre el dinero; ahora las catedrales e iglesias que solían ser el centro de admiración, la más preciadas locaciones, pasan a un segundo plano pues ahora los centros sociales más frecuentados son las plazas del comercio donde varias compañías se establecieron. Los templos son bellezas visuales, un objeto hermoso más entre otros tantos.


La república, este es el nuevo término que adoptan las ciudades, donde supuestamente todos son iguales, por lo menos los ricos y nobles entre ricos y nobles lo son. La nueva finalidad de la guerra no es cubrir a todos bajo el manto de un mismo dios o un mismo modo de realización de ritual litúrgico, sino dominar y ser aquel que tenga más poder a nivel mercantil.


Esta nueva ideología surge de la nostalgia y el deseo de retomar la libertad romana, y es entonces la política quien tiene el poder en sus manos. Salve la nueva madre, salve la nueva diosa a la que se debe rendir culto, salve la majestuosa y hermosa: la ciudad; siendo esta la nueva situación, se convocó a los grandes artistas de aquel entonces para exaltar a la que se volviese la nueva devoción del pueblo.


Entre estos predicadores culturales encontramos al escogido por los ciudadanos de Florencia, Giotto, al que se le encargó la dirección de los trabajos de murallas y puentes tanto de los palacios como de la catedral, ya que ésta última también pertenecía a la comunidad, al pueblo, más que al clero, no olvidemos que ya estamos bajo lo que se podría considerar una democracia primitiva: hay que apoyar al pueblo, pero los ricos, los nobles, sea pues el clero sigue estando por encima de ellos, y el agua y el aceite no pueden mezclarse.


El nuevo templo: el palacio comunal, era el alma mater de la ciudad y sus ciudadanos ya que ésta era la sede del poder, hacia donde se dirigían todos los asuntos privados que eran tratados por los magistrados, quienes se encerraban aquí a fin de discutirlos con calma, sin el bullicio del pueblo y sus integrantes. Mencionado ya con antelación, de modo objetivo, el motor de todo esto era el poder, y los magistrados no se quedaban atrás, ya que su poder no sólo se basaba en la autoridad que eran, también era de esencia militar, cual rey desde su torre, protegido y vigilante.


Un gobierno justo, una democracia, eso sólo era un mito lejano, proveniente del pasado de la ya antigua Roma, al final de cuentas era una oligarquía, un gobierno fresco y jovial contraponiéndose a otro viejo. “A su izquierda los enemigos de la comunidad, los agitadores, los sublevados, con cadenas , están puestos en condiciones de no poder hacer daño. A su derecha, en el lado de la salvación, desfila la tranquila asamblea de veinticuatro consejeros (…)”, así se hacían ver como héroes, como los buenos, los jefes de las casas notables de la ciudad, no eran clérigos ni nobles, pero al igual que estos eran devotos del poder, del bueno, según ellos.


“La mano de los artistas ya no va guiada por hombres de Iglesia, sino por hombres de Estado”.


Las situación parecía estable, la milicia era la herramienta idónea que permitía a la política funcionar, pero el caos, mayor que el que las riñas absurdas por ser el que tuviese mayor poder del "bueno", se dejó venir a través de toda Europa: la peste negra. Que más que ser una maldición, vino a limpiar y a purgar a un continente de un mal peor, la sobrepoblación, pero aún mejor, como la muerte misma, hasta los nobles la padecían. Enhorabuena un poco de justicia, por lo menos para aquellos que estaban hartos de tanta subordinación.


La putrefacción deambulaba por el aire, la gente, ignorante de la causa del mal, creía que el aire transportaba la peste y se valieron de métodos aromáticos, enciendo grandes fuegos con hierbas de olor; ironías de la vida, fueron estas las ciudades a las que la enfermedad arrasó, una buena estocada, para lo que podría considerarse en nuestros días un remedio absurdo. Lo curioso es que incluso entre vecinos había quienes eran atacados y sufrían la pandemia y los del otro lado que estaban sin el mal agobiando sus tierras, más ironías.


Así lo sufrieron varios, desatando una histeria entre los que quedaron a tal grado que ser recurrían a métodos como la flagelación a fin de calmar la ira de Dios y así erradicar la enfermedad, no, no, seguramente fueron esos Judíos, ellos envenenaron las aguas hay que matarlos, etc; otros en cambio aprovechando el mejoramiento de su economía (se repartieron muchas herencias) se dejaron guiar por su instinto de supervivencia: procrear, por lo que muchos matrimonios se llevaron a cabo a lo largo de esta etapa.


Después de la tormenta llega la calma, y con ello la respuesta del arte a toda esta masacre: la muerte está cerca aprovecha tu vida mientras puedas, y otros mensajes por el estilo se podían transmitir a través de escenas de crucifixiones trágicas que invitan a la compasión al presentar cuerpos atormentados.



Redactado por: Margarita Ramírez

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